viernes, 21 de febrero de 2014

Los miserables: ¿La película o el libro?









Crítica de la película (basada en el musical, a su vez basado en el libro de Victor Hugo, político, poeta y escritor del siglo XIX).
El personaje central es Jean Val Jean, condenado injustamente, a pesar de lo cual  siempre creyó en algún tipo de justicia más allá de la terrenal. Fue precisamente el encuentro con un religioso, (que le encubre el robo de unos candelabros para salvarle de la “justicia”), su billete a la libertad.
A lo largo del tiempo se van sucediendo luchas, aventuras, romances, de modo que la película atrapa y emociona. Emociona mucho.
Tiene un claro mensaje: siempre habrá batallas que librar, en nuestro interior o en el mundo externo, que no debemos rehuir, sino afrontar.
No siempre la justicia oficial es justa, ni ética; habrá que luchar por la Justicia, con mayúscula, e impedir la opresión del género humano.
Hubo una escena que me impactó más aún que la película en conjunto: el personaje del niño que no temía la muerte, cantando él solo el himno que dio fuerzas a los pocos combatientes.
Los personajes desarrollan sus vidas  mostrando los estereotipos del momento (1832).
Está dirigida por Tom Hooper, es británica, del 2012, con música de Schönber.
Como sucede con todas las películas basadas en novelas, sucede que era mejor la novela, pero esto es inevitable: la novela nos permite más espacio creativo, en nuestra mente creamos a nuestro gusto los decorados, la cara y voz de los personajes, la personalización de la obra es mayor si es una novela que una película. Pero en este caso, la película hace olvidar momentáneamente al libro, porque atrapa. Las emociones se transmiten por medio de los múltiples primeros planos, y por la música.
En el caso de esta película yo no pude decir aquello de: “Sí, pero estaba mejor el libro...”.

Moda ¿arte o negocio?



“Denuncias de racismo en la pasarela”

EL PAÍS, Miércoles 19 de Febrero de 2014.
 (Comentario del artículo)




http://es.wikipedia.org/wiki/Moda


En este artículo se cuestiona si la pasarela de la Semana de la Moda de Londres es reflejo de la multietnicidad londinense, o si por el contrario va por otros caminos, vistas las actitudes de algunos diseñadores hacia las modelos de raza negra.

Aquí vemos reflejado cómo entran en conflicto la libertad de los diseñadores para controlar su producto hasta la pasarela, y la importancia de los estereotipos en el sector de la moda.
Si entendemos la moda como un arte (que lo es), se puede comprender que cada diseñador quiera sentirse libre para elegir quién lucirá sus prendas de vestir. Pero el problema es que la moda no sólo incluye un factor de creación, sino que también es un negocio: busca llegar a la mayor cantidad posible de gente y, sobre todo, no dar mala imagen. Si se producen conductas racistas en la organización de la pasarela (como cualquier otra actitud antiética, tal como poco ecologismo o machismo), un sector importante y comprometido de la población no querrá que le saquen la foto de turno con “el diseñador que no quiere modelos negras”.
Yo creo que esta doble cualidad de la moda, arte/negocio, es la que causa situaciones que rozan el absurdo. Ahora es el racismo lo que se denuncia en la moda, y está bien, pero no es su único fallo: la moda es sexista, elitista, crea necesidades antes inexistentes sólo para vender mejor ciertos productos...
La moda es un espectáculo un tanto absurdo que no refleja en absoluto las tendencias de la calle (¡al menos en tiempo de crisis económica!). Una persona normal se compra algo de algún diseñador que le guste en una ocasión puntual, como una boda, una fiesta, o similar, pero nadie normal va vestido de Armani todos los días al trabajo.
Por otra parte hay diseñadores que para darse a conocer buscan llamar la atención a toda costa, sea con modelos con la cara tapada (David Delfín), diseñando ropas que seguramente nadie llevará (aunque luego tiene otra línea de ropa que no incluye el saco y que, ésa sí, tiene éxito entre la “jet set”).
También discrimina a la gente de tallas grandes, que somos todas las que pasamos de la talla 38, creando una tendencia entre las mujeres a luchar siempre por estar más delgadas.
Respecto a esa aseveración, la de que la pasarela es el reflejo de la calle, creo que más bien es al revés, es la calle la que luego va adoptando algunas tendencias mostradas en la pasarela.
Por eso, por la influencia que estos eventos tienen en la ropa que cadenas como Zara “diseñarán” en la próxima temporada, es importante que la moda sea “para los altos, para los bajos, para los rubios, para los morenos...” como anunciaba la publicidad de Coca-Cola.
El problema es la coexistencia de la libertad creativa del diseñador, y su responsabilidad social como creador de tendencias.

miércoles, 19 de febrero de 2014

MEJOR MIRAR ATRÁS (Basado en el artículo de Antonio Muñoz Molina, “La factoría de la nostalgia”, publicado en “El País” el 15 de Febrero de 2014).


Boheme-poster1.jpg


Póster original de 1896 La bohème por Adolfo Hohenstein


Este artículo hace hincapié en la moda de comprar objetos de una época anterior, tales como fotografías o documentales de personas, generalmente artistas,  que vivieron vidas bohemias y famosas.
El autor analiza este fenómeno, llamando la atención sobre dos factores:
a  - No todo tiempo pasado fue mejor, no era tan idílico como pudiera parecer, había enfermedades, inseguridad ciudadana, y otras circunstancias que hoy están superadas.
b   -Volvemos atrás por la pobreza ideológica del presente, la “omnipotencia obscena del dinero” nos hace sentir mal.

Respecto al primer punto, el pasado, como ausente, lo podemos idealizar, proyectar sobre él nuestros sentimientos. Y, si bien es cierto que no todo tiempo pasado fue mejor, también lo es que tendemos a recordar lo bueno de cada época, de cada concierto, de cada persona que ya no está. Lo malo se olvida pronto, porque duele.
Respecto al segundo punto, es cierto que el presente tiene tan sólo una ideología: el dinero. Por el camino hasta el presente se fueron cayendo los movimientos sociales, los “ismos” (feminismo, pacifismo, ecologismo).
¿Cómo podemos reponer esta pérdida? Cuando llegamos a nuestras casas, cansados de trabajar, no queremos sentirnos vacíos. Hemos dado lo mejor de nosotros mismos por ... ¿dinero solamente?.
Este dinero nos gusta invertirlo en iconos de tiempos en los que había sueños, gente que luchaba por sueños (más o menos utópicos). Nosotros no tenemos sueños. Nadie nos enseñó a soñar, estamos programados para ganar dinero y gastarlo. Pero este bucle no nos basta.
Al comprar tal o cual cuadro, podemos decir y pensar: “Soy una fan absoluta de este artista”, como si así compartiésemos sus sueños, como si comprásemos un alma.
Porque hacia el futuro no vemos nada.
No tenemos luchas o retos, proyectos, esperanzas, puesto que no somos críticos con el presente y creemos que vivimos en el mejor mundo posible. Sin embargo hay batallas por ganar: la emigración, la contaminación, la explotación de los países del tercer mundo, la desaparición de especies animales y vegetales, con propiedades todavía desconocidas para el hombre, en la selva del Amazonas, por su deforestación para implantar explotaciones ganaderas; los combustibles fósiles y el desequilibrio social y ecológico que producen, la lucha por consumir y exigir a nuestros políticos que promocionen el aprovechamiento de las energías renovables. La concienciación del reciclaje, la abolición de las centrales nucleares, la erradicación de la prostitución, la igualdad plena de derechos para hombre y mujer, la erradicación del analfabetismo, de ciertas enfermedades derivadas del hambre y las malas condiciones higiénicas, ...
Pero todo esto, después de trabajar ocho o diez horas... Mejor miramos atrás, mejor compramos un cuadro o una fotografía enmarcados lujosamente y pagamos así nuestra cuota de idealismo.

ESTUDIANDO LA MENTE (Comentario de un artículo periodístico)




Dibujo de Santiago Ramón y Cajal de las neuronas del cerebelo de una paloma 

Resumen:
El español Rafael Yuste trabaja en un proyecto de la Casa Blanca, el llamado Proyecto “Iniciativa Brain”, según informa el periódico “El Mundo”,  en su edición impresa del martes, 18 de Febrero. En unas declaraciones a la revista Scientific American, se queja de la falta de organización y claridad en el proyecto, y que tiene como consecuencia la creación de grupos pequeños de investigación que se reparten el dinero, pero no hay unidad bajo un director común, como sucedió con el Proyecto Genoma Humano. Por otra parte, nos avanza alguna caracteristica de este proyecto, que podría curar enfermedades como la esquizofrenia, epilepsia, demencia, Parkinson, etc.

Opinión personal:
Es un gran avance para la ciencia, sin duda, pero como siempre pasa, los límites éticos y los malos usos están aún sin definir.
Respecto  a las enfermedades mentales, por ejemplo, puede haber marginación si uno no tiene un “cerebro perfecto”, por parte de compañías de seguros, departamentos de recursos humanos de empresas, selección para algunos trabajos, etc.
Y me vienen a la mente las preguntas: ¿Es bueno que se haga público el “mapa cerebral” de cada persona? ¿Cómo afectaría a la legislación? ¿Cómo protegeríamos los derechos de cada individuo a mantener sus neuronas “en la intimidad”? ¿Cómo afectaría a una persona el saber que tiene una enfermedad degenerativa y/o que la desarrollará en los próximos años?
Por otra parte se podría, según dice el artículo, prevenir y curar enfermedades, y avanzar en el conocimiento de la naturaleza humana, lo cual es positivo. Quizá evitase el consumo masivo de medicación, sustituyéndola por algo más efectivo.
Dejemos pasar el tiempo y veamos cómo evoluciona este proyecto, pero una cosa está clara: muchos cerebros pensantes (juristas, médicos, sociólogos, psicólogos y un largo etcétera) van a tener que trabajar duro adaptando las normas y modelos actuales a una realidad totalmente distinta.

sábado, 15 de febrero de 2014

Estar conectados permanentemente, ¿mejora nuestra vida realmente?



 http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/d/d2/Internet_map_1024.jpg
  http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/d/d2/Internet_map_1024.jpg

Para empezar, habría que definir la palabra “mejorar”.
Si por ello entendemos una mejora técnica, más posibilidades de actuar en nuestra vida, entonces sí es una mejora.
Si lo enfocamos desde el punto de vista psicológico, unas cosas mejoran y otras empeoran.

Técnicamente es útil, por ejemplo, el móvil o el GPS del coche para no perderse.
En otras ocasiones puede llegar a ser agobiante, si uno está con otra persona y empieza a sonar la señal de llamada, o de SMS, o de WhatsApp. Cada vez que suena una melodía parecida o igual a la nuestra en un lugar público, nos ponemos nerviosos y buscamos ansiosamente en el bolso o el bolsillo.
Por otra parte, vayamos al lugar del mundo que vayamos, siempre estamos conectados a nuestros seres queridos, y eso es de agradecer.
También en el caso de personas mayores que vivan solas, nos tranquiliza, a nosotros y a ellos, saber que los podemos llamar en cualquier momento, o que tienen un dispositivo para pedir ayuda directamente a una unidad médica.
Sin embargo a veces estamos más pendientes del móvil que de la gente a nuestro alrededor, es decir, se establecen formas de comunicación diferentes, en detrimento de la comunicación tradicional, personal.
Y, para terminar, cabe decir que, como en todas las tecnologías, hay quien hace mal uso de ellas y contra esto todavía no estamos prevenidos.
Será cuestión de ir, poco a poco, poniendo las nuevas TIC en el lugar que se merecen: ni más, ni menos.