martes, 2 de octubre de 2012

La muerte asumida




"Vivo sin vivir en mí
y muero porque no muero”

Creo que estos versos son de Santa Teresa de Jesús.

Son un claro ejemplo de deseo de curiosidad de anhelo por ir a la otra vida.

Somos seres mortales, nacemos, crecemos y morimos.
Es inevitable: se murieron nuestros padres, nuestros abuelos, ya algunos de nuestros amigos... ¿Por qué la vamos a temer?

La muerte no es más que un tránsito, que podemos afrontar con más o menos humildad, resignación, dignidad... Está en nuestras manos el tener una muerte digna.

Si sufrimos, tenemos la ocasión de probar nuestra capacidad de sufrimiento que hemos ido desarrollando a lo largo de la vida. Además no debemos tener miedo del sufrimiento, ya que el organismo humano tiene un umbral del dolor, por encima del cual se desmaya y no sufre más.

Entonces, una vez eliminado el miedo al sufrimiento, que podemos ofrecer como sacrificio por los que se quedan con el dolor de nuestra ausencia aquí, ¿qué más queda por temer?

Es más: deberíamos tener más miedo a una mala vida que a cualquier muerte.

La idea de la muerte debería servir para animarnos a vivir bien, con plenitud, toda el tiempo que nos quede.

No está en nuestras manos cuándo ni cómo vamos a morir. ¿Para qué pensar tanto en ella? Puede producir angustia, ansiedad, agobio...Todos estos sentimientos son inútiles.

Pensemos en qué vamos a hacer aquí y ahora, y hagámoslo lo mejor que podamos:riamos, lloremos, amemos, ...Que la idea de la muerte nos ayude a tomar conciencia de que la vida es ahora, ya.

No sabemos lo que nos va a pasar dentro de cinco minutos, somos un punto azul pálido en el Universo. Una mota de polvo. Casi nada.

Sin embargo, estaría bien que, sin agobios, todos tuviésemos "las maletas hechas", en lo que se refiere a nuestra alma.

Que pudiésemos siempre decir: "me puedo ir ahora mismo, tengo la conciencia tranquila".

Y no más miedo fomentado por la sociedad en que vivimos, que pretende que seamos los amos del mundo (siempre felices, siempre jóvenes, siempre guapos, siempre sanos, siempre con miedo a morirnos y dejar este "fantástico" y comercial mundo), nos espera otra cosa que yo no sabría decir cómo es, pero la vida, aparte de ser un regalo en sí misma, trae premio: cuando se acaba, hay más.

Por eso pienso que deberíamos empezar por nosotros mismos, por vivir como Santa Teresa, que además de no temerla, deseaba la muerte natural, y vivir en plenitud, siempre, a los 60, a los 70, a los 80, a los 90, con cáncer, con SIDA, con depresión o cualquier otra enfermedad que no se da curado... Seamos personas, valientes, dignas, y que esta cultura del marketing y del consumismo, que crea ciudadanos ideales para que consuman sus productos, no nos haga perder el norte.

Como las aves, (como decía San Francisco): Dios proveerá.

Que nuestras almas vivan tranquilas y felices para siempre.

En paz.