"Vivo sin
vivir en mí
y muero porque no
muero”
Creo que estos
versos son de Santa Teresa de Jesús.
Son un claro
ejemplo de deseo de curiosidad de anhelo por ir a la otra vida.
Somos seres
mortales, nacemos, crecemos y morimos.
Es inevitable: se
murieron nuestros padres, nuestros abuelos, ya algunos de nuestros amigos...
¿Por qué la vamos a temer?
La muerte no es más
que un tránsito, que podemos afrontar con más o menos humildad, resignación,
dignidad... Está en nuestras manos el tener una muerte digna.
Si sufrimos,
tenemos la ocasión de probar nuestra capacidad de sufrimiento que hemos ido
desarrollando a lo largo de la vida. Además no debemos tener miedo del
sufrimiento, ya que el organismo humano tiene un umbral del dolor, por encima
del cual se desmaya y no sufre más.
Entonces, una vez
eliminado el miedo al sufrimiento, que podemos ofrecer como sacrificio por los
que se quedan con el dolor de nuestra ausencia aquí, ¿qué más queda por temer?
Es más: deberíamos
tener más miedo a una mala vida que a cualquier muerte.
La idea de la
muerte debería servir para animarnos a vivir bien, con plenitud, toda el tiempo
que nos quede.
No está en nuestras
manos cuándo ni cómo vamos a morir. ¿Para qué pensar tanto en ella? Puede
producir angustia, ansiedad, agobio...Todos estos sentimientos son inútiles.
Pensemos en qué
vamos a hacer aquí y ahora, y hagámoslo lo mejor que podamos:riamos, lloremos,
amemos, ...Que la idea de la muerte nos ayude a tomar conciencia de que la vida
es ahora, ya.
No sabemos lo que
nos va a pasar dentro de cinco minutos, somos un punto azul pálido en el
Universo. Una mota de polvo. Casi nada.
Sin embargo,
estaría bien que, sin agobios, todos tuviésemos "las maletas hechas",
en lo que se refiere a nuestra alma.
Que pudiésemos
siempre decir: "me puedo ir ahora mismo, tengo la conciencia
tranquila".
Y no más miedo
fomentado por la sociedad en que vivimos, que pretende que seamos los amos del
mundo (siempre felices, siempre jóvenes, siempre guapos, siempre sanos, siempre
con miedo a morirnos y dejar este "fantástico" y comercial mundo),
nos espera otra cosa que yo no sabría decir cómo es, pero la vida, aparte de
ser un regalo en sí misma, trae premio: cuando se acaba, hay más.
Por eso pienso que
deberíamos empezar por nosotros mismos, por vivir como Santa Teresa, que además
de no temerla, deseaba la muerte natural, y vivir en plenitud, siempre, a los
60, a los 70, a los 80, a los 90, con cáncer, con SIDA, con depresión o
cualquier otra enfermedad que no se da curado... Seamos personas, valientes,
dignas, y que esta cultura del marketing y del consumismo, que crea ciudadanos
ideales para que consuman sus productos, no nos haga perder el norte.
Como las aves,
(como decía San Francisco): Dios proveerá.
Que nuestras almas
vivan tranquilas y felices para siempre.
En paz.