Con todos mis respetos
Vivo en un país libre, no paso
hambre (aunque quizá debería pasar alguna para adelgazar), y no lo valoro.
Soy
crítica con los problemas de la sociedad actual (contaminación, abuso de los
países pobres, vidas poco sanas sicológicamente, prostitución forzada,
pornografía infantil, terrorismo caníbal de ETA, paro, etc.
Es cierto que hay problemas,
pero, ¿por qué no valoro lo que tengo,
lo que tenemos, gracias a nuestros padres o abuelos?.
No tendríamos perdón si
olvidásemos todo nuestro pasado, todo lo que lucharon nuestros “viejos” por un mundo mejor. Es tristísimo que exista el desprecio, el aislamiento, que haya un salto tan grande entre su
generación y la nuestra, que no se les valore su esfuerzo, y el derecho que
tienen a una vejez digna.
Los asilos de ancianos son
modernos campos de concentración: solos, bailando el cha cha cha animados por
una animadora sociocultural.
En China la persona más sabia esla más anciana, y todos sus consejos son tenidos en cuenta.
¿Y aquí?
Las tradiciones se pierden, no
tenemos referente, los esquemas cambian cada dos por tres (“La vida líquida”),
vamos sin saber bien a dónde (“Ensayo sobre la ceguera”).
Pese a que nos planteamos la vida
de modos diferentes, no debería romperse el lazo más fuerte que nos une a
ellos: el corazón.
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